Seguimos con el tema de las TIC aplicadas a la educación. En esta entrada vamos a hablar de como han cambiado los hábitos y patrones de uso de las TIC en los últimos cuarenta años y de como estos cambios han afectado a los más pequeños de la casa y a los no tan pequeños. En los años 1970 y 1980 teníamos a nuestra disposición una limitada oferta de medios audiovisuales. La  TV o radio eran los medios estrella. En cambio, ahora, los niños y adolescentes tienen a su disposición una amplia gama de medios que incluye video juegos, juegos en línea, redes sociales etc. Y la gracia es que todo esto se puede utilizar para muchas cosas, entre ellas para aprender.

A pesar de que existe bastante consenso en que las TIC tienen un gran potencial para ayudar a mejorar la educación, el uso excesivo de las TIC por parte de niños y adolescentes también genera preocupaciones, temores y miedos en padres, madres y educadores. Por ello vamos a analizar cuales son estos temores.

La adopción generalizada de nuevas tecnologías conectadas a Internet está teniendo un gran impacto en nuestra cultura, hábitos y valores. Recientemente, las voces de preocupación sobre los problemas de los nuevos medios, las redes sociales y las nuevas tecnologías en línea han llegado al gran público. Puede ser una coincidencia, pero estas voces han comenzado a surgir después del escándalo de Cambridge Analytica que utilizó perfiles sociales y anuncios dirigidos para influir en los resultados de las elecciones Brexit y EE. UU en 2016.

¿Cómo ha cambiado la forma en que los niños usan las TIC?

El estudio del impacto de las nuevas tecnologías en los niños es realmente difícil porque las nuevas tecnologías están cambiando tan rápido como los niños crecen. En cualquier momento, tenemos niños pequeños, niños y adolescentes que interactúan con una iteración de tecnologías. A medida que envejecen los dispositivos, la velocidad de conexión, la disponibilidad de contenidos y los tipos de medios y servicios evolucionan y cambian el escenario por completo. Por lo tanto, creemos que es realmente importante prestar atención a las tendencias, porque la situación está en continuo cambio.

En la década de 1970, los niños en los Estados Unidos tuvieron en promedio su primer contacto con pantallas a la edad de 4 años [1]. Su acceso a los medios se limitaba a la televisión y la radio, además de libros, cómics y revistas, todo el contenido se retransmitía y no era interactivo.

Casi 50 años después vemos un cambio radical de la situación. Los niños de EE. UU. tienen acceso a dispositivos digitales con contenido interactivo bajo demanda, ya a partir de 4 meses de edad. Un informe muestra que en Canadá los niños de 3 y 4 años pasan en promedio dos horas al día frente a una pantalla. Solo el 22% de estos niños están expuestos a pantallas una hora o menos. El mismo informe señala que los niños de 5 años pasan más de dos horas al día frente a una pantalla [2]. Según una revisión sistemática de la investigación europea [3], la mayoría de las investigaciones sobre niños y medios digitales se han centrado en niños de 9 años o más, mientras que la investigación sobre niños más pequeños y su uso de la tecnología digital es más escasa y solo recientemente ha comenzado a expandirse.

Un estudio realizado en el Reino Unido en 2012 en niños de 0 a 4 años, revela que el 27% usa un ordenador de algún tipo y que el 23% usa Internet [4]. La actividad principal que realizan los niños es jugar juegos en línea (74%) y el sitio más visitado es Cbeebies (61%) (https://global.cbeebies.com/). Según el sitio web, CBeebies es un sitio donde podemos encontrar contenidos que permite a los niños «divertirse y aprender al mismo tiempo» [2]. En la última década, la cantidad de tiempo que los niños británicos pasan en línea se ha más que duplicado: en 2005, los niños de 8 a 15 años se conectaron 6.2 horas por semana; en 2015, el promedio fue de 15 horas. También hay un cambio en el tipo de dispositivos que usan los niños: en 2014, el 47% de los niños de entre 3 y 7 años usaban tabletas con acceso a Internet; en 2015, este uso aumentó al 61%. Algunos usos de los dispositivos electrónicos se sustituyen con el tiempo por otros, sin embargo, las horas que pasan los niños por semana han aumentado tanto para la televisión (un poco) como para Internet (mucho) [5].

¿Cómo ha cambiado la forma en que los adolescentes usan las TIC?

Por su parte los adolescentes siempre han buscado tiempo y espacio aparte de padres y adultos. Los adolescentes deben desarrollar un fuerte conocimiento de sí mismos, deben estar seguros de quiénes son y en qué quieren convertirse. También es importante que desarrollen un cierto sentido de intimidad, que necesiten adquirir habilidades que sean importantes para formar, mantener e incluso concluir relaciones con otros que sean significativas para ellos [6].

Los estudios realizados por Walker atribuyen el cambio en los patrones de sueño de los adolescentes (que tienen la necesidad de ir a dormir mucho más tarde que los niños más pequeños y los adultos), a una necesidad inherente de privacidad, para poder crear su propio espacio cultural donde puedan experimentar y madurar [7].

De acuerdo con Aranda y otros autores [8], los adolescentes perciben el consumo de televisión como una actividad relacionada con los espacios comunes del hogar, con una oferta de contenidos y tiempos determinados por los intereses de los adultos. Sin embargo, ven el consumo de medios en línea como una actividad no regulada por sus padres que se ajusta más a sus necesidades sociales, culturales y psicológicas. Valkenburg y Peter afirman que el desarrollo psicosocial equilibrado depende de la calidad del desarrollo de la identidad, la intimidad y la sexualidad [9].

Algunos autores ven que Internet, las redes sociales y diversas herramientas de mensajería como Whatsapp o Snapchat se están convirtiendo en una herramienta de experimentación para adolescentes, que ven dichas plataformas como una oportunidad para explorar su identidad e intimidad sin la supervisión de padres, escuelas o institutos [6] .

Preocupaciones y temores del uso de las TIC en infancia y adolescencia

A pesar del evidente atractivo de los nuevos dispositivos conectados a Internet (cada vez más portables, convenientes y potentes y de su potencial para el aprendizaje, el entretenimiento y la conexión con amigos), como pasa con cada nueva tecnología, encontramos algunos problemas que generan preocupación.

En bebés y niños pequeños

A los niños pequeños, niños de entre 0 a 3 años, les atraen las pantallas y parecen aprender rápidamente a través de las interfaces táctiles. Por su parte, la televisión se ha utilizado como una «niñera electrónica» durante décadas, pero la evidencia reciente sugiere que un exceso de “pantalla” en bebés y niños pequeños se correlaciona con el temperamento «difícil» [16-17] o problemas de autorregulación [18]. Los estudios basados en muestras poblacionales muestran asociaciones entre un exceso de televisión en la primera infancia con retrasos/problemas cognitivos [12-13], de lenguaje [10-11] y retrasos sociales/emocionales.

Algunas evidencias sugieren que los niños pequeños necesitan explorar el mundo que los rodea e interactuar con otros niños pequeños bajo la supervisión de adultos para poder desarrollar el habla, las funciones motoras y las habilidades socioemocionales [14].

Según la Academia Estadounidense de Pediatría, los niños menores de 30 meses presentan dificultades para aprender de las representaciones 3D proyectadas en una pantalla 2D. Debido a lo que se considera una memoria inmadura, y un corto período de atención, estos niños muestran una capacidad limitada para transferir lo que ven en 2D a 3D [15]. La mayoría de las fuentes que hemos encontrado, advierten que los niños menores de 18 meses no deberían estar expuestos a pantallas de ningún tipo. Antes de los 2 años de edad, los niños todavía están desarrollando habilidades cognitivas, del lenguaje, sensorio motoras y socioemocionales, que requieren exploración práctica e interacción social con cuidadores de confianza para una maduración exitosa.

Por último, pero no menos importante, hay preocupación por la pérdida de sueño y la calidad del sueño. Los niños de seis a 12 meses que estuvieron expuestos a pantallas durante las horas de la noche, mostraron una duración del sueño nocturno significativamente más corta que aquellos que no estuvieron expuestos a pantallas por la noche [19].

En niños y adolescentes

Como hemos visto anteriormente, los niños comienzan a ser grandes usuarios de contenidos audiovisuales y dispositivos conectados a Internet a partir de los 5 años de edad. Este cambio en los hábitos comienza a generar preocupación entre padres y educadores. Los sociólogos han identificado un nuevo cambio generacional, con la llegada de la Generación Z o iGen. Esta generación Z llega antes de lo esperado, seguido de otro cambio generacional que comienza con los nacidos alrededor de 2010. Esta fecha coincide con la época en que los teléfonos móviles inteligentes llegan al gran público y se convierten en “main stream”[35].

La primera preocupación es como afecta la exposición a los nuevos medios y los contenidos de las redes sociales a largo plazo. A finales de la década de 1960, Gerbener introdujo la llamada «Cultivation theory» que afirmaba que el gran consumo de contenidos de masas, ejemplificado claramente por la programación de televisión (TV), «cultivaba» una actitud temerosa hacia el mundo. Esta actitud llegaba a tener a largo plazo consecuencias negativas en la visión del mundo y en las creencias de los espectadores. La «teoría cognitiva social de la comunicación de masas» de Bandula (1977-1994) pone de manifiesto cómo los mensajes de los medios pueden influir en los espectadores tanto a corto como a largo plazo. Según Bandula, los niños y adolescentes aprenden imitando a sus modelos, que incluyen los “héroes” de la televisión y de los videojuegos, especialmente si los modelos son atractivos o similares a los niños [20-21].

Una segunda preocupación es el posible impacto en la salud de esta exposición y uso masivo de medios audiovisuales. Algunos estudios han demostrado que la exposición al consumo de alcohol o tabaco o los comportamientos sexuales de riesgo en la televisión o las películas se asocia con el inicio de estos comportamientos [22-25]. Nuevos estudios sugieren que las redes digitales y sociales también inducen estos efectos. Varios estudios muestran que los adolescentes con frecuencia muestran en las redes sociales representaciones de comportamientos de salud peligrosos, como el consumo de alcohol o sustancias ilícitas, comportamientos sexuales, comportamientos dañinos, como autolesiones o trastornos alimentarios, y muestran actividades peligrosas como hacerse selfies en situaciones de riesgo en lugares peligrosos [26-30]. La evidencia muestra que los usuarios de estos contenidos están influenciados para considerar estos comportamientos como deseables [31-33]. Las redes sociales combinan el poder de la persuasión interpersonal con el alcance de los medios de comunicación. Fogg declaró que este es «el avance más significativo en la persuasión desde que se inventó la radio en la década de 1890» [34].

Los nuevos medios y de las redes sociales crean nuevas tendencias. Y su efecto en los niños se ve agravado por los efectos de los motores de recomendación. En las primeras generaciones de estos nuevos medios (como youtube) y redes sociales (como Facebook o Twitter) un usuario recibiría en sus feeds los contenidos generados por sus «amigos» o los canales a los que se suscribieron. Pero en los últimos 10 años, el contenido presentado al usuario se selecciona mediante algoritmos de recomendación. Estos algoritmos se alimentan de big data sobre la visualización previa del usuario, sus pares y «cohortes» donde ha sido incluido, y seleccionan contenido para maximizar los parámetros definidos por la compañía de turno. El impacto en los adolescentes de estas prácticas en las redes sociales como Instagram agrava los riesgos a los que estos jóvenes se exponen [36-37].

Otros estudios muestran que el uso excesivo de pantallas puede causar alteraciones en los patrones de sueño, generar obesidad y mayor riesgo de problemas cardiovasculares. Esto se ha observado a partir de la primera infancia [38]. El uso intensivo de pantallas durante los años preescolares se asocia con un índice de masa corporal (IMC) mayor (pequeño pero significativo), lo que aumenta las posibilidades de un mayor aumento de peso más adelante en la infancia. La correlación entre el consumo diario de contenidos audiovisuales durante más de 2 horas y la obesidad persiste incluso después de ajustar los factores de riesgo psicosociales de los niños o los problemas de conducta. Un estudio reciente en niños de 2 años encontró que el IMC aumentaba por cada hora semanal de consumo de contenidos en pantallas. Estudios en niños mayores y en adolescentes confirman la correlación entre el uso de los medios y la obesidad. En un estudio de 1996 en niños de 5 a 10 años, las probabilidades de tener sobrepeso fueron 4.6 veces mayores para los jóvenes que miran más de 5 horas de televisión por día en comparación con los que miran de 0 a 2 horas [39].

Sobre las alteraciones de los patrones de sueño, algunos estudios muestran que más horas delante de la pantalla, la presencia de un televisor o dispositivo móvil en el dormitorio durante la primera infancia, se han asociado con menos minutos de sueño por noche [40]. Algunas causas sugeridas son que estos niños tienden a irse a dormir más tarde, que están expuestos a contenido violento en los medios o juegos, y la supresión de la melatonina endógena por la luz azul emitida por las pantallas [41]. Los estudios en niños mayores y adolescentes han encontrado que aquellos que acceden más a redes sociales o duermen con dispositivos móviles en su habitación tenían un mayor riesgo de trastornos del sueño. Se ha demostrado que esto es cierto incluso en adultos, el uso de teléfonos inteligentes en la cama conduce a una gran latencia del sueño, peor calidad del sueño, más trastornos del sueño y más disfunción diurna [43].

Otros riesgos que hemos encontrado y que han sido documentados por los estudios son el riesgo de baja autoestima [42], ser víctimas o perpetradores de acoso cibernético [45-46] sexting o ser preparado por un adulto para participar en línea o cara a cara en actividades sexuales [47-48].

Riesgo de desigualdades

Al revisar la literatura, hemos encontrado un factor de riesgo compuesto. Los niños y adolescentes en familias con bajos ingresos, que pertenecen a minorías étnicas, con riesgo de exclusión o de familias monoparentales, ven que sus riesgos aumentan estudio tras estudio.

Vemos un nuevo tipo de brecha digital o de desigualdad, no de acceso sino de calidad. Los estudios muestran que las familias pobres tienen más probabilidades de tener más dispositivos conectados que las familias ricas y de ingresos medios. Pero, por lo general, los dispositivos utilizados por las familias pobres son teléfonos inteligentes o tabletas, no ordenadores conectados. Los teléfonos inteligentes son dispositivos personales, y su uso es más difícil de ser restringido por los padres. Las tabletas y teléfonos móviles no son muy apropiadas para determinados tipos de actividades como por ejemplo aquellas que requieran escribir bastante. Estas actividades y otras son más apropiadas para hacerlas delante de las pantallas de ordenadores personales.

Además, cuando una tableta u ordenador portátil deja de funcionar, las familias con menos ingresos suelen abandonarlo en lugar de intentar repararlo. Uno de los motivos de esta conducta es que a menudo no tienen los conocimientos técnicos para repararlos o buscar la ayuda adecuada para hacerlo. Esta tendencia es diferente en familias con ingresos medios o altos.

En familias pobres y familias monoparentales, los adultos trabajan más horas o tienen un segundo o tercer trabajo. En estos casos, los dispositivos conectados son las «niñeras digitales» que aumentan los factores de riesgo [46].

La familia tiene un efecto muy importante sobre si los niños usan los dispositivos electrónicos o cómo lo hacen. Los niños que usan dispositivos electrónicos están al mismo tiempo expuestos a la posible explotación del marketing digital. Los padres no son conscientes de esto directamente, ya que también están expuestos a los mismos riesgos y efectos.

Diversas investigaciones han demostrado que ver televisión distrae a los padres de su labor de interacción y juego con sus hijos [49-50]. Los niños pequeños son más vulnerables a los contenido inapropiados que los niños mayores [51]. El uso intensivo de dispositivos móviles por parte de los padres se asocia con menos interacciones verbales y no verbales con los niños [52] y esto puede asociarse con más conflictos entre padres e hijos [53].

En esta entrada, hemos hablado de como los nuevos dispositivos conectados a Internet, las redes sociales, los videojuegos, contenidos interactivos etc. han entrado a nuestros hogares y en la vida de nuestros hijos. Estas tecnologías vienen con la esperanza de mejorar nuestras vidas y brindar nuevas oportunidades de aprendizaje. No podemos ignorar a la ligera las promesas de estas nuevas tecnologías con el riesgo de perder oportunidades clave en el futuro cercano en la Era o Sociedad de la Información. Pero también existe un conjunto de riesgos que conllevan estas nuevas tecnologías. A medida que los padres marcan la pauta en términos de cómo se utilizan los dispositivos electrónicos en el hogar, también tienen que hacer frente y abordar estos riesgos como parte de sus deberes diarios.

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