Las niñas y niños se encuentran confinados en sus casas, a cargo de sus padres o tutores, que si son afortunados deben compaginar esta responsabilidad con su trabajo sea presencial o en teletrabajo.

El sistema educativo ha puesto la directa para poder dar respuesta a esta emergencia, y las tecnologías de la información que desde hace años se van introduciendo en los procesos educativos de forma periférica se encuentran en el epicentro de esta sacudida.

Hay que reconocer la labor que están (estamos) haciendo todos antes de hacer cualquier observación o crítica. Esto es una emergencia para la que no estábamos preparados, cosa que esta vez sirve como excusa para los errores que cometeremos. La próxima vez no servirá.

La falacia de la evaluación.

Ya hemos escrito en este blog artículos criticando el rol central de la evaluación del alumnado en el sistema educativo. La mala identificación de evaluación con calidad – en la que se basa la premisa de reválidas y informes Pisa – hace mucho daño, y en este caso el daño consiste en absorber el debate y la priorización de la respuesta a este estado de alarma.

¿De verdad, lo más importante a que tenemos que dar respuesta ahora es quién pasa de curso, qué nota le ponemos, y bajo que criterios?

Es el feedback amigo.

Los niños han perdido el contacto con sus maestras y maestros, pero han ganado el contacto con sus madres y padres. Las herramientas TIC, los contenidos multimedia y apps interactivas son útiles, pero no son suficientes de por sí. La mejor herramienta educativa es el apoyo directo, empático y personalizado de un humano a quien les importas que la tecnología nunca va a dar.

Estamos en un escenario de “home schooling” (escuela en casa). La escuela es el hogar y los padres son los proxies de los maestros. Y los padres no siempre están capacitados.

Por tanto en vez de mantener, debates absurdos e intentar piruetas mortales con métodos de evaluación más o menos tecnificados, deberíamos abordar el problema del soporte a los que están con los niños.

¿Cómo podemos dar la mejor información a las madres y padres sobre cómo abordar el trabajo en casa? ¿Cómo pueden dar feedback a lo que están haciendo y aprendiendo?

Y, en los casos en los que los padres no están capacitados para echar una mano, pues seguramente no todos podemos ayudar con la trigonometría o las derivadas de los chavales en el instituto, ¿Podemos usar la tecnología para que los maestros y los padres más duchos puedan ayudar a los compañeros de sus hijos?

¿Hay estrategias para combinar la vida doméstica con la actividad “home shooler”?

El tema es complejo y requiere aproximaciones desde múltiples direcciones en la que no entraremos ahora. Pero lo que tengo claro es que las soluciones no se encuentran en un debate sobre evaluación, hay que ser más ancho de miras y más ambicioso que eso.